03 agosto, 2010

Hasta el ser hasta la nada

Hasta el ser desde la nada fuimos dos poesías inconclusas, dos almas aún confusas.... Miguel dejó a medio terminar el poema, ese poema que siempre dejaba a medio terminar, y se fue hacia el espejo de la entrada. Sentía el impulso de desnudarse, de mirarse sin pudor, de tocarse, de preguntarse si Ana no se reiría de sus kilos de más, de su pene medio escondido entre la grasa de su vientre... Ana, Ana ¿qué sentiría por él? Ella tenía treinta años y el cerca de cincuenta. Su relación se basaba en el ese modo de actuar tan ambiguo, pero tan antiguo, que oscila entre el querer ser sólo amigos y el querer ser algo más. ¿cómo le vería Ana?, como su padre, su hermano, su amante. Ana, Ana ¿por qué esa necesidad de estar a su lado y querer huir a la vez? Descolgó el teléfono y marcó el número de Ana... -Hola Ana, no sé lo que sentimos el uno por el otro pero necesito que me digas que no pasa nada por estar masturbándome ahora, porque no sé si lo único que poseeré de ti será el imaginarte a mi lado... Siguieron hablando y hablando... en el desconcertante deseo que nace entre la juventud y la madurez.

No hay comentarios: