
Y la mano se acerco por su tímido y perfecto encanto, dejándose ella, sin negarle las esencias del cariño y del placer. Relajada, casi muerta, fue acariciando cada porción de piel, y a su paso hizo erizar todos y cada uno de los pequeños poros que la poblaban. La yema de los dedos jugaba con lo ambiguo de las formas, y su boca comenzó a besar el bello cuello que adornaba sus omoplatos.

Un ambiguo amanecer nublado, escuchando juntos canciones poético-festivas erótico-vecinales, dignas de otra época, entre las flores, me arrimé a tu espalda hasta pegarme a tu piel. Mi intimidad endurecida se deslizó entre tu cuerpo y me recibiste en tu seno como la noche al día, en aquel prado del nublado amanecer fuimos cantantes entre amapolas.
2 comentarios:
Qué fragante, qué latente, leerte hoy. :)
Gracias por permitirme descubrir este lugar... será parte de mis lecturas cotidianas...
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