29 julio, 2011

porque hay segundas partes mejores

Es patético decirte que te quiero cada vez que termino antes que tú. Y pese al deleite del que te privo tu me respondes un "yo también" aunque, eso sí, a regañadientes. Tras el tipico topico "no pasa nada" ¿a quien engañais al decir no pasa nada? Claro que pasa y lo sabemos. Pero cuando vuelvo a continuación a terminarte la faena, esa es la mejor muestra de lo que te quiero nena, de que te quiero y mataria por volver a follarte.

a la orilla de la chimenea


Entré en el mar. Sólo llevaba puesto un jersey. Cuando el agua me llegaba a la cintura, me giré hacia ella que me miraba desde la orilla. Entonces comenzó a avanzar despacio hacia mí. Descalza, iba levantando su falda a medida que el nivel del agua subía por sus tobillos y seguía ascendiendo. Cuando ya estaba muy cerca pudo terminar de sacar la prenda, totalmente seca, por su cabeza y lanzarla hasta la arena. Todo ello sin haberme mostrado ni un sólo centímetro prohibido de piel. Una mancha de ambiguo color pardo se destacaba entre la blancura sumergida de su cuerpo, lo que significaba que ella, como yo, ya sólo vestía el jersey. Nos abrazamos las dos prendas sobre el agua mientras que, bajo la superficie, éramos delfines.

06 julio, 2011

el despertar de la juventud


Y ella, mientras tanto, me miraba fijamente. Se escondía entre corrientes de humo en el portal. Fumaba despreocupada, se rascaba la cabeza y sonreía, aún sin saber si lo hacía para mí. Me sorprendí preguntándome como sería su cuerpo desnudo. Empezaba a faltarme la respiración. Instintivamente apagó el cigarro en el suelo y yo creí morir bajo ese zapato de tacón. El mundo temblaba lentamente, miedo y deseo luchaban en mi mente, pero mi corazón no conseguía coger el ritmo. Dejé de tener sensibilidad en las manos, mis labios proyectaban destellos rojos, los ojos perdieron la profundidad, las piernas fallaron y suspiré. ¿Eran éstas las consecuencias del amor? Ella avanzaba a paso firme…


Ella avanzaba a paso firme. Su olor me dejó petrificado. Noté que me hacía cada vez más pequeño, minúsculo al ojo humano. Pensé en todas aquellas escenas de amor, en mis planes y mi futuro, en el comportamiento racional y en todos los números del portero automático, pero en mi mente sólo estaba ella. En un esfuerzo titánico, levanté la cabeza, esperando su llegada y aquella boca llamativa de labios rojos. Cerré los puños, aguanté la respiración y abrí los ojos. Ella pasaba por delante de mí, feminina e indiferente. Me miró despreocupada y siguió andando. Mi corazón estalló en mil pedazos. ¿No se suponía que el amor acababa con el sufrimiento? Yo era solo un adolescente cuando todo empezó a dar vueltas…