06 julio, 2011

el despertar de la juventud


Y ella, mientras tanto, me miraba fijamente. Se escondía entre corrientes de humo en el portal. Fumaba despreocupada, se rascaba la cabeza y sonreía, aún sin saber si lo hacía para mí. Me sorprendí preguntándome como sería su cuerpo desnudo. Empezaba a faltarme la respiración. Instintivamente apagó el cigarro en el suelo y yo creí morir bajo ese zapato de tacón. El mundo temblaba lentamente, miedo y deseo luchaban en mi mente, pero mi corazón no conseguía coger el ritmo. Dejé de tener sensibilidad en las manos, mis labios proyectaban destellos rojos, los ojos perdieron la profundidad, las piernas fallaron y suspiré. ¿Eran éstas las consecuencias del amor? Ella avanzaba a paso firme…


Ella avanzaba a paso firme. Su olor me dejó petrificado. Noté que me hacía cada vez más pequeño, minúsculo al ojo humano. Pensé en todas aquellas escenas de amor, en mis planes y mi futuro, en el comportamiento racional y en todos los números del portero automático, pero en mi mente sólo estaba ella. En un esfuerzo titánico, levanté la cabeza, esperando su llegada y aquella boca llamativa de labios rojos. Cerré los puños, aguanté la respiración y abrí los ojos. Ella pasaba por delante de mí, feminina e indiferente. Me miró despreocupada y siguió andando. Mi corazón estalló en mil pedazos. ¿No se suponía que el amor acababa con el sufrimiento? Yo era solo un adolescente cuando todo empezó a dar vueltas…

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