10 abril, 2010

amanecer

Ella le guió a través de su cuerpo con delicadeza como si temiera que algo fuera a romperse dentro de él en cualquier momento, como si de una travesía en barco se tratara. Y así era porque el pánico y el placer batallaban en su mente. Cada roce de sus cuerpos, cada beso le provocaba un escalofrío mezcla amarga de miedo y éxtasis. A la mañana siguiente cuando ella despertó sintió un escalofrío. Junto a ella yacía él, inundado por la luz del amanecer. Esa luz que avecinaba un verano eterno.

1 comentario:

Rapunzel dijo...

¡Qué presagio tan magnífico del verano!