
Con la llegada del calor, Juan se levantaba de vez en cuando con el día desquiciado y se dedicaba a rondar por los bares en busca de señoritas que llevarse a los labios. Por lo general acababa con alguna divorciada que le pedía prácticas exóticas para demostrar que seguía en la brecha. Por suerte, estas extrañas crisis sólo duraban uno o dos días. El resto del tiempo su romance con su perro Polgo marchaba viento en popa.
1 comentario:
A veces sólo se necesita de momentos fugaces
Saludos.
José Roberto Coppola
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