26 enero, 2009

entre basura y soledad

Se querían. Estaban totalmente enamorados. Disfrutaban abrazándose en las densas noches de verano. Seguros de quererse. Cada sobredosis de ternura era un puñal envuelto en pétalos de falsedad. Los besos que se daban eran intensos besos de amor. Cálidos intercambios de aire y saliva, eran la acumulación de los que otros recibieron en oscuros portales de pensión, en camas sucias de clubs de carretera. Se querían. Estaban totalmente enamorados. Las caricias de ella eran fruto de la experiencia adquirida en mil polvos drogados con desconocidos. Los movimientos de su mano al recorrerle a él eran el resultado de mil masturbaciones en descampados. Al atardecer. Entre basura y soledad. El calor que tantos cuerpos había empapado de sudor y deseo.

Se querían. Estaban totalmente enamorados. Las caricias de él eran fruto de la experiencia adquirida en mil burdeles de extrarradio. Los movimientos indescriptibles que sus dedos dibujaban sobre su amada eran el resultado de mil preliminares en la trasera de un coche robado. Al amanecer. Entre basura y soledad. Los juegos de lengua con que él la lamía eran maniobras mil veces practicadas, perfeccionadas en noches de locura junto a chicas olvidadas. Las cadencias respiratorias de ella nada mas que ritmos vitales igualmente perfeccionados con el paso del tiempo. Se querían.

Se conocían demasiado bien para no odiarse dulcemente. Las mentiras y las verdades. En el fondo de todas las mentiras se encontraba la gran verdad. La verdad que duele como un disparo, como un puñetazo en el estómago. Como el sonido de un partido de fútbol en las gradas. Pero se querían. Estaban totalmente enamorados. Eran una pareja de esas que lleva mucho tiempo junta. Una pareja endeudada, derrotada mucho antes de llegar a los 40. Su amor era puro y perfecto. Cada noche, cuando la película tocaba a su fin, se iban a la cama. Solían hacerlo entonces, enamorados.
Una noche decidieron ser sinceros porque ese era uno de los requisitos del amor. Una noche jugaron al juego más peligroso, el juego de la realidad, al juego de la verdad, en el que el más fuerte ganara sin que el opositor supiese que se esperaba de él. La policía encontró dos cuerpos a la mañana siguiente. Ella había ocultado su pistola bajo el colchón. Él, un cuchillo bajo la almohada. Ambos se habían herido al otro en el momento del clímax. La policía los encontró sonriendo, con sus rostros congelados, sonreían en medio de un baño de amor y sangre.

1 comentario:

Ophelia dijo...

ahh!! como se nota que no hsa tenido a mi adorado Juan Carlos Tello en Romano!! con él daba gusto ir hasta clase... además romano es infinitamente más bonito que constitucional...

pd: cayo malayo el de consti, se parece un tanto a mortadelo...