16 junio, 2009

una de piratas (II)

Después de nadar quince días y quince noches perdido entre los manglares me rescataron, exhausto ya, una banda de predicadores luteranos que andaban por hay intentando de cristianizar a alguien, y me montaron en un barco hacia Isla Tortuga, que es donde van todos los piratas que se quedan sin empleo. Y allí coincidí con Drake. Pero no me gusto Drake a mí. Drake era….era muy británico. Luego me volví y me embarque con Raley y luego fue con John Avery, al que llamábamos “el largo”, porque media algo así como dos metros diez. Y luego, volví a casa porque estaba anocheciendo y a mi madre le gusta que estemos todos en la mesa a la hora de cenar. Si sabre yo como son los piratas. Cierto es que de vez en cuando se les va la mano, y en un abordaje pues se exceden en eso de robar, de matar, de incendiar y de violar, incluso contra natura…La soledad ¿qué quiere usted?. Todo esto es verdad, pero también hay que poner en el otro platillo de la balanza, las virtudes que adornan al pirata. El pirata es leal, integro, incluso tierno y sensible les diría yo.
Sabre yo como son los piratas.

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