04 febrero, 2009

hasta un punto


Abrió los ojos cuando sonó el tercer ring en el teléfono, para cuando lo descolgó ya habían colgado. Ladeó la cabeza y consiguió ver que daban las tres y diez de la tarde en el reloj digital de la mesilla. Con desgana se sentó en la cama, se acercó a la ventana y descorrió las cortinas. Al tiempo que la habitación se iluminaba descubrió que la mujer ya no se encontraba enredada entre las sábanas.

Recogió, quitó las sabanas y las echó directamente en el cesto de la ropa sucia del cuarto de baño, no le gustaba conservar las sabanas puestas después de follar, le daba asco percibir cualquier olor distinto al suavizante de la ropa. Se echó a sonreír mientras endulzaba la vista mirándose en el espejo, era un puto narcisista de mierda. Abrió la boca y vislumbró una dentadura blanca y perfecta; sus abdominales se dibujaban casi milimétricamente y su piel bronceada lucía el tono exacto. Se amaba discretamente. Fue hasta la nevera a prepararse un escueto sándwich y se sentó en la mesa de cristal a degustarlo. Sólo, cómo siempre, sin importarle. Cerca un montoncito de folios en blanco y una pluma. A su lado un montón de propósitos de principios de año y una firme decisión. Cambiar su vida.

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