22 enero, 2011

la necesidad del tiempo vacío


Entré en aquel karaoke sin saber muy bien dónde iba. Me encontraba agotado después de varias horas intentando encontrar una copa, mi cabeza estaba a punto de estallar y ya no podía más con aquellas dichosas maletas por la ciudad. Sin duda, esta pesadilla se estaba convirtiendo en el peor día de mi vida. Como quien no quiere la cosa, me había despertado rodeado de gente. Estaba dispuesto a pasar unos relajados días de playa, alejado del estresante asfalto, esperando encontrar la paz, redescubrirme a mí mismo, eliminar toxinas y un extenso etcétera de propósitos veraniegos que no suelen cumplirse. Sin embargo, desde que aterricé en esta maldita isla, mis planes de descanso se habían transformado en una vorágine de drogas, sexo y rock’roll. Las largas noches se convertían en espantosos rayos de sol en la playa, usualmente desnudo, inmerso en un bullicio de cuerpos y con gran dolor de cabeza. Siempre seguía la misma rutina, me levantaba aturdido, intentaba taparme un poco, robaba una solitaria toalla y llegaba andando al hotel. Me daba una larga ducha, rememorando con fuerza lo ocurrido el día anterior, pero ante la frustración de no conseguirlo, optaba por dormir y dejar volar la imaginación. No obstante, este amanecer había sido distinto a todos los demás…

1 comentario:

Terapia de piso dijo...

La búsqueda continua e insatisfactoria del ser.

José Roberto Coppola