30 septiembre, 2010

amante


Ninguna otra persona de mi vida te conoce. Ni yo mismo sé mucho de la tuya porque, hasta donde recuerdo, nunca hemos conversado. Y, sin embargo, es tan íntima nuestra amistad que, si otras amistades la supieran, les turbaría la vergüenza de no saber llegar tan lejos, aunque la disfrazaran de indignación. Tu piel me acaricia plenamente, desde los pies a las mejillas, cuando me envuelves así. No me ocupo de nada, tan solo de abrazarte para que no te alejes. Tu te sientas a medias de mi cuerpo y te deslizas dulcemente hasta encontrar esa parte de mi que quiere poseerte. Y no hay dificultad ni pensamiento que nos perturbe cuando llega el momento de la unión. Y, entonces, te abates con ternura sobre mi pecho como un manto de gracia y te distingo en cada sensación que alcanzo a experimentar. Y, cada vez más deliciosamente, tiemblo y quiero tocarte entera. Y entero es el tacto de tu boca y de tus senos, tus piernas, tu vientre, tus axilas... Y pleno es el momento porque no cabe nada más. Y gimes y balbuceas palabras que no identifico, pero entiendo. Y, muy juntos, nos arrojamos frenéticamente al mismo centro de la paz. Y, al final, un abrazo silente y duradero ampara, sin codicia, este magnífico sentimiento ambiguo de suciedad feliz.

3 comentarios:

. dijo...

Qué bonita es la palabra silente :)

Espérame en Siberia dijo...

Amante menguante.


¡Mucha luz para tu corazón!

La ladrona de besos dijo...

me encanta como escribes y te expresas.