30 diciembre, 2009

dolor, frenesí, y tríos en la arena

Querida Raquel:
Te odio por las mismas cosas por las que te amo. Te adoro por la facilidad que tienes para disfrazar tus continuas infidelidades de "nuevas experiencias". Me diviertes cuando, haciendo el amor, no me llamas por mi nombre, intencionadamente con el único propósito de herirme; me diviertes porque sé que a alguien llamas por mi nombre. Te quiero porque cuando estoy contigo haces que me dé pena a mi mismo; es el único momento en que me trato con alguna indulgencia. Te odio cuando desapareces, porqué sé que el reencuentro me hará más feliz que nunca. Disfruto tanto del dolor como del amor, pues contigo ambas cosas son lo mismo. Te quiero tanto que quiero compartir contigo mi destino y estas dos balas, en este dormitorio destartalado.


Borrachos como estábamos y ambiguos como éramos, soñé con arrancarle el vestido, quitarle los tacones y navegar por sus caderas. Lamer sus pechos y acariciar su secreto. Le dije “bailemos nuestros cuerpos en la ducha”, y allí hicimos lo que pudimos. Me quité la corbata y la chaqueta. Yo probé de sus encantos. Ella me hizo un hombre.


Exhalamos las inhibiciones con el humo de los porros... Ya desnudos en la arena, Ana y yo buscamos nuestras lenguas en un beso tímido y desconcertante mientras Pedro nos acariciaba a los dos.

1 comentario:

Scarleth dijo...

Cuantas cosas de nosotros puede despertar una sola persona...