No me puedo olvidar, vecina, de aquel verano en que tu habitación tenía vistas a la mía. Sólo durante aquellos meses procuré llegar pronto a casa, siempre antes de que tú volvieras. La ilusión con que veía como cada noche se encendía la luz de tu ventana y unos días sí y otros no corrías las cortinas. Y yo miraba a través de nuestros cristales, a veces buscando rendijas entre tus cortinas, veía como tu ropa desaparecía y cansada caías sobre la cama. Satisfacción de ver tu cuerpo juvenil libre y desocupado, y de aquel día en que tus manos bucearon sumergiéndose muy debajo de tu ombligo. Todavía ahora cuando me asomo por la noche a una ventana me vuelven aquellas lúbricas emociones de cuando era algo mas joven y retengo la intención de soñar algo húmedo contigo, de imaginarte al otro lado del frio cristal.
3 comentarios:
No hay aliento suficiente en éstas ocasiones.
Arg, pirata, es delicioso.
me gustaria tenerlo de vecino...
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