09 enero, 2010

con intensidad


Nunca estábamos desnudos ni tumbados, siempre apoyados sobre un coche, en un callejón oscuro o a la sombra de un árbol agachado entre sus faldas que perdían consecutivamente los botones, como el que arroja monedas a los pobres. La ropa medio caída para abrir el paso a la carrera. Nunca la vi desnuda. Nos movíamos entre sombras a escondidas y su figura desnuda, limpia y clara, únicamente se forjó en mi cabeza. En arrebatos de locura lanzaba mi mano en busca de su sexo palpitante y ella siempre la detenía cortando mi trayectoria. Los latidos en mi cabeza me cegaban la voluntad y solo pensaba en unir nuestros bruñidos sexos. Cuando abría mi boca para expulsar mis extasiadas maldiciones me las ahogaba con su lengua, faltándome la respiración y encontrándola solo a través de su garganta. Ella volvía a sonreír sabiéndose triunfadora, único dueña y tirana. Recogía los restos que de mí quedaban y los atesoraba, chupando mis dedos con succiones de niño pequeño, y oliéndolos después con intensidad. Se relamía de gusto y me besaba con calidez y yo iba volviendo en mí a través del alimento que tomaba de su boca, mezcla de su sabor y el mío.

5 comentarios:

antonio dijo...

Saludos,
me gusta como escribes.
Vuelvo.

Mariposa Lunar dijo...

me gusta mucho tu forma de escribir y expresarte, y se me hace muy interesante leer las cosas que publicas :)
saludos!

Anónimo dijo...

una relación sojuzgada por una persona, que absorbe la materia del otro.

Un beso cielo

Diario de nuestros pensamientos dijo...

uff... menudas xispas q salian...

Anónimo dijo...

A veces no hace falta desnudarse.