13 enero, 2010

nocturno y desconcertante


El ventilador del techo a duras penas se movía y a través del balcón entraba fuego. Un fuego inusual en Dinamarca. Sobre la butaca mi ropa descansaba y en el televisor mudo un político hacía gestos. Abajo, en la calle, viejas bandas de jazz tocaban viejos sones y en algún sitio, la mañana amanecía. La rubia que me había acompañado cogió tres billetes de mi cartera abierta, cruzó la puerta y me lanzó un guiño de reojo. En el suelo, moribunda, yacía una botella de bourbon y entre mis manos, mi sexo inútil dolorido.