28 mayo, 2013

desgracia



Se sentía triste. Vacío. Buscaba en su vida el reflejo de las cosas que le gustaba de los demás pero no lo conseguía. Se sentía feliz a manera de escudo, sin de verdad querer mirarse dentro y querer darse cuenta de la realidad. Veía a sus amigos más guapos, más delgados, más atractivos y triunfadores, si sabía que de tener un encanto no era fácilmente visible al ojo humano. Nada consideraba que tuviera que ver con el amor propio. La paz de espíritu es un término que nunca le había terminado de gustar, querer y estar satisfecho de lo que haces y de cómo eres. ¿Acaso alguien puede tener de eso? Se preguntaba constantemente a lo largo de los años. Sabía que toda su desgracia residía en que no llegaría a ser nunca lo que soñaba de sí mismo. Y le preocupaba que eso afectara a su autenticidad. A veces no le era fácil comportarse con normalidad ante los demás, no tenía miedo al rechazo, simplemente era pánico. No al rechazo de las personas que pasan diariamente pro nuestra vida, si no de los suyos. Sus amigos y su familia era la vida que le mantenía atado a la tierra. Soñaba con la muerte e imaginaba miles de finales para su vida, la mayoría de ellos trágicos. Aun así se consideraba feliz a manera de escudo, se mentalizaba de que era feliz para no tener que pensar si lo era, se conformaba con lo que le acercaba la vida sin el preguntar porque, sin sacarla nunca a bailar. Tenía miedo a no amar nunca, a no saber que quería amar, no saber dónde buscar y con miedo a poder encontrar. Le gustaba leer biografías de personajes desgraciados y encontrar en la infelicidad signos de luz y prosperidad.
Le gustaba los momentos tristes aunque adoraba la música, se sentía desgraciado aunque conocía la Gracia. Su mayor miedo era que él pasara por la vida pero la vida no pasara por él, no dar fruto. Le gustaba creerse conocedor del amor aun sin tener capacidad de amar, podía hablar con maestría a que saben los besos sin sentirlos más allá de la boca. Como son las caricias si son cerca del corazón. Sentía que la vida había sido generosa con él, pero no le era suficiente. Era celoso, como todo escorpio, y sentía en su pecho el peso de sus pecados. El dramatismo le gustaba, y de vez en cuando osaba a comparar su vida con un tango. Que ganas de llorar en esta tarde gris. Se sentía querido y no se consideraba mala persona, pero le traumatizaba no ser igual de bello por fuera que por dentro y no lo achacaba a falta de autoestima. Más que quererse, él se sobrellevaba. Sabía que la única manera de separar de su ser era la muerte y no era suficientemente valiente para ese divorcio. Soñaba con nacer mil veces, y ser mil hombres diferentes. Una artista Martirio. Su casa de campo La Querencia. Se consideraba una persona generosa pero detestaba la sensación de quedarse esperando, de necesitar y no conceder, que lo protegieran igual que él intentaba hacerlo con los demás. Porque seguía siendo un niño y necesitaba a las personas como estimulantes. Esperar recibir lo mismo que nosotros damos siempre es un error. No siempre se sentía un desgraciado. No siempre pensaba así. Algunos días cuando se daban situación inesperadas o inusuales recopilaba y escudriñaba cada rincón de su mente en busca de cómo era él y como quería ser. Quería ser un rockstar y termino siendo un hombre perdido en las ansías del no saber cómo vivir.

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