Se sentía triste. Vacío. Buscaba
en su vida el reflejo de las cosas que le gustaba de los demás pero no lo
conseguía. Se sentía feliz a manera de escudo, sin de verdad querer mirarse
dentro y querer darse cuenta de la realidad. Veía a sus amigos más guapos, más
delgados, más atractivos y triunfadores, si sabía que de tener un encanto no
era fácilmente visible al ojo humano. Nada consideraba que tuviera que ver con
el amor propio. La paz de espíritu es un término que nunca le había terminado
de gustar, querer y estar satisfecho de lo que haces y de cómo eres. ¿Acaso
alguien puede tener de eso? Se preguntaba constantemente a lo largo de los
años. Sabía que toda su desgracia residía en que no llegaría a ser nunca lo que
soñaba de sí mismo. Y le preocupaba que eso afectara a su autenticidad. A veces
no le era fácil comportarse con normalidad ante los demás, no tenía miedo al
rechazo, simplemente era pánico. No al rechazo de las personas que pasan
diariamente pro nuestra vida, si no de los suyos. Sus amigos y su familia era
la vida que le mantenía atado a la tierra. Soñaba con la muerte e imaginaba
miles de finales para su vida, la mayoría de ellos trágicos. Aun así se
consideraba feliz a manera de escudo, se mentalizaba de que era feliz para no
tener que pensar si lo era, se conformaba con lo que le acercaba la vida sin el
preguntar porque, sin sacarla nunca a bailar. Tenía miedo a no amar nunca, a no
saber que quería amar, no saber dónde buscar y con miedo a poder encontrar. Le
gustaba leer biografías de personajes desgraciados y encontrar en la
infelicidad signos de luz y prosperidad.
Le gustaba los momentos tristes aunque
adoraba la música, se sentía desgraciado aunque conocía la Gracia. Su mayor
miedo era que él pasara por la vida pero la vida no pasara por él, no dar
fruto. Le gustaba creerse conocedor del amor aun sin tener capacidad de amar,
podía hablar con maestría a que saben los besos sin sentirlos más allá de la
boca. Como son las caricias si son cerca del corazón. Sentía que la vida había
sido generosa con él, pero no le era suficiente. Era celoso, como todo
escorpio, y sentía en su pecho el peso de sus pecados. El dramatismo le
gustaba, y de vez en cuando osaba a comparar su vida con un tango. Que ganas de
llorar en esta tarde gris. Se sentía querido y no se consideraba mala persona,
pero le traumatizaba no ser igual de bello por fuera que por dentro y no lo
achacaba a falta de autoestima. Más que quererse, él se sobrellevaba. Sabía que
la única manera de separar de su ser era la muerte y no era suficientemente
valiente para ese divorcio. Soñaba con nacer mil veces, y ser mil hombres
diferentes. Una artista Martirio. Su casa de campo La Querencia. Se consideraba
una persona generosa pero detestaba la sensación de quedarse esperando, de
necesitar y no conceder, que lo protegieran igual que él intentaba hacerlo con
los demás. Porque seguía siendo un niño y necesitaba a las personas como
estimulantes. Esperar recibir lo mismo que nosotros damos siempre es un error.
No siempre se sentía un desgraciado. No siempre pensaba así. Algunos días
cuando se daban situación inesperadas o inusuales recopilaba y escudriñaba cada
rincón de su mente en busca de cómo era él y como quería ser. Quería ser un
rockstar y termino siendo un hombre perdido en las ansías del no saber cómo
vivir.
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