Él antes se llamaba Verónica Sánchez y si especialidad era servir whiskys dobles en un garito muy
apartado y poco higiénico que hay en la carretera de Andalucía kilómetro 375
que se llama “Los Ángeles de Charlie”. Un día fumando un Marboro, abandonado por alguno de los pocos clientes de los que tenía, y leyendo un
cuento de Kafka, escuchó una canción y tuvo una revelación que le cambio su
vida. Desde entonces me persigue para matarme. Lejos de conseguirlo logramos
ser grandes amigos.
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