A veces soy insaciable, no puedo contar las horas que me he tirado mirando
al techo, trazando galaxias, planeando en una avioneta mental, diseñando planes
durante el día, soñando despierto. Poniendo el pie en el suelo para que todo
dejase de dar vueltas, aun sabiendo que te creas antipatía y que no vas a
cambiar. Cuando te odias no te evitas, te sueltas a la cara tu propia realidad.
Como si vivieras por inercia. Nada más te puede pasar. Vives en tu propia
cárcel emocional, tienes las ventanas abiertas y vistas al mar, pero estas
rodeado de una niebla espesa que no te deja avanzar. Y lo que más me jode, que
nadie vaya a entender lo bien que me siento escribiendo sobre como estoy. Que
me pueda atraer tanto expulsar mis demonios, autoconfesarme. Mirarme a mi
propio espejo, mi alma. Como si estuviese masturbándome pensando en mi mismo
masturbándome. Escribo esto, y estoy difuso, quería escribir una carta a la amistad,
de recorrer Madrid, de unas parejas agarradas, del orgasmo, del beso de despedida
de una madre, la soledad y la falsedad, recordar aquellas intensas horas que me
habías regalado... Y en cambio, he acabado firmando lo que parece una carta de
suicidio, en mi defensa alegare que no tengo un corazón autodestructivo, que a
veces hasta sudo positividad, solo tengo heridas que merecen sanar, y antes de
poder cantarle a los rayos de sol debo entonar estas letras a la luna.
2 comentarios:
Me ha encantado, solo te digo eso.
Un saludo,
Nacho
Tienes mucha sensibilidad para escribir, para describir, para contar
Enhorabuena por el blog!
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