Siempre
he pensado que me gustaría imaginar que las ciudades son mujeres, así de algún modos poder pasearlas, conocerlas, habitarlas... París es esa señora distinguida con un nivel de vida
demasiado alto y que siempre acaba con fulano o mengano pero con un
Aston Martin. Roma es
tan loca, campechana y desordenada como galana, misteriosa y repleta de lugares
por descubrir. Lisboa es
esa chiquilla que te enamora porque sí. Madrid es la vecina bulliciosa, entretenida y siempre con
ganas de jarana. Nueva York es
un ciclón de 18 años y largas piernas con la que no duras más de 6 meses, pero
oye, qué 6 meses. Londres es moderna y conservadora, es humilde y sublime, es la chica progre que le gusta rodearse de todos.
Y
tú, mi ciudad, siempre
acabo regresando a tu lado. Tarde o temprano. Como el que manda un whatsapp a
las 5 de la mañana. Me diste tu veneno de salitre y no
importa dónde esté que siempre vuelvo como un boomerang mientras el cielo cae
sobre nuestras cabezas y alguien nos pinta con su pincel desde algún lado. Y
siempre acabo volviendo a mi cuarto, donde suena todo trapo alguna canción
en un disco variado entremezclado con los graznidos de alguna gaviota
despistada mientras la literatura infantil vigilan mis sueños.
1 comentario:
Grande no, lo siguiente. Inventaré una palabra nueva para definir.
Que alegría verte por aquí, calypso. Empezaba a creer que nunca volverías, ya lo echaba de menos.
Un beso con microrelato.
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