19 junio, 2009
en un túnel de lavado
Tomamos una copa y, como prometimos, volvimos a aparcar. Una divertida propuesta, que, tal vez, se nos fue un poco de las manos. Esta vez no estábamos en aquella plaza 207, si no en un túnel de lavado. Simplemente habíamos parado para lavar el coche sucio de tanto polvo de aquel descampado. Que gracia, tanto polvo. Durante el tiempo que dura un lavado de coche en un túnel de eso de rodillos, yo le robé un orgasmo a Adriana. Fue echar la moneda y volver a entrar en el coche, empezar a moverse los borlones de jabón y abalanzarnos sobre nosotros, sin mediar palabra. Empecé a subirle el traje negro y abrirle el escote que enmarcaba sus pechos. Enseguida, cuando empezó a tocar, ella se encontró mi, nada sutil, erecto miembro apuntando maneras. Comencé a chuparle, a estrujarla, a comerla entera, mientras ella masajeaba cierta zona ya nombrada. Ella intentaba quitarme la ropa, pero yo estaba tan entregado a lo mío que no era fácil, no le facilitaba nada la tarea. Consiguió a fuerza de insistencia quitarme los vaqueros, y con ellos todo lo que llevaba puesto, no teníamos tiempo, debíamos centrarnos en el tema. Los rollos limpiadores seguían su curso, mientras tapaban todo el habitáculo del coche me entregué a fondo.
Ya empezaba el secado del vehículo cuando noté agravarse la potencia de sus gemidos. Seguí comiéndole entera con ahínco, pues ya no tenía tiempo, la estrujé, le sorbí hasta que me regaló el orgasmo y vertí sobre ella la recompensa. Nos amamos en un túnel de lavado el tiempo que dura una baño, y así y todo, la marca de la mano se quedó en el cristal.
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