02 septiembre, 2009

quizas, los años 40



A plena luz del día, ya nada de plazas de garaje a escondidas, o refugiados en el interior de una burbuja de jabón. Esta vez a plena luz como unos amigos que se divierten sin pudor e inocencia, a plena luz donde se junta la verdad y el deseo. Le robo a mi padre el coche y te llevo a una playa, muy retirados de los palacetes veraniegos, de las fiestas y urbanizaciones, allí donde en invierno ni los ancianos pasean, donde solo la juventud conoce y no con fines adecuados. Hace frío por eso nos engañamos diciendo que mejor no salir a pasear. No abras la puerta, soy friolero y necesito calor. Total que no salimos y comenzamos sutil y tímidamente el juego de amarnos como la vez primera, esta vez en la intimidad de un coche tapizado de cuero. Y como siempre pierdo porque sabes que no aguanto más y me pierden las ganas de empezar, las ganas de conocer la rugosidad de tus muslos, del color de tu combinación, me pueden las ganas de pellizcar tus senos y el chirriar del sudor con el cuero blanco, me puedes tú y las ganas de ti. Mi camisa del lino mas clásico del mejor club de campo se abre entre tus manos como por obra de magia, mientras tu sostén de encaje negro se anuncia entre tu escote subrayando unos pechos venerados por mi mas tersa profundidad.
Y así, despacito, te pido permiso para hacer mi jugada, y tumbada te obligo a que cierres los ojos y esperes a ver.....y te enseño como con un coche como medio, da igual la época si el juego es el mismo.

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