noche canina

Me llevé a Zambra y Tiento por no sentirme solo y para que vieran en directo el ambiente verbenero del que ya les había hablado. Conocí a un tal Angel, homosexual al menos en las maneras, y a su amiga Regina que cuidaba de él y de su pedo y que andaba buscando la manera de que nos tomáramos una copa juntos. Zambra conoció al amor de su vida y tembló como nadie la había visto temblar nunca hasta que Angel medió para que dicho galán canino y nórdico de ojitos claros viniera a rondar a mi perra como ella merece, claro que Tiento ejerció de hermano mayor y puso a cada uno en su sitio. Para rematar la faena y airearlas de tanta polución humana y sonora me las llevé al parque rojo, había una fiesta a cargo de no se que joventudes politicas, con gin tonics gratis, y cuando menos me lo espero Tiento se me escapa. Se ha ido a vivir su vida, a recorrer sus propios caminos, si esque siempre ha sido muy golfo. Zambra y yo decidimos esperarlo toda la noche justo en el mismo banco donde la vimos por última vez, mi vecino, tipo sensible donde los haya y atento como quedan pocos en estos apartamentos en que vivimos, en estas ciudades donde ni siquiera los amantes y los amigos necesitan verse a diario, se baja conmigo a esperarla y me ofrece su ayuda y su coche para ir a buscarla donde haga falta, aunque él que no tiene la fortuna que yo: madruga mañana. Me dice que si prefiero quedarme solo, le digo que no que confío en mi perro, que sé que volverá y que sé que sabrá ponerse a salvo de tantos peligros como nos acechan. A la mañana siguiente Tiento vuelve a casa con ojos de quererme y una leve sonrisa de pícaro. Y ahora estamos en casa, a salvo, felices de saber que nos tenemos pero sabedores de que cualquier día nos podemos perder. Y a mí me importa un comino lo demás porque de lo que yo esperaba de la vida queda muy poquito y porque es muy difícil contar con nadie. Y no paro de llorar al tiempo que escribo, pero pese a todo estoy feliz, siquiera porque todo sigue aburrida y confortablemente igual.