11 febrero, 2010
Soledad
Cada noche, Soledad se pinta los labios y se peina, Soledad se pone un ajustado traje de noche y sale dispuesta a hacer la ronda, dispuesta a visitar uno por uno a los solitarios, a sus fieles. La Soledad en un bar toma una copa con un joven, acompaña en el autobús a una muchacha triste que regresa a casa, besa a un mendigo y lo deja dormido en un portal, da una vuelta con unos serenos y se entretiene con un portero de noche. Soledad hace guardia con un soldado, charla con una prostituta aburrida, se mete en la cama con un presidiario que no tiene sueño, y le habla de la vida de fuera. Soledad acompaña a un camionero unos kilómetros, compra algo en una farmacia de guardia, entra en los hospitales, bromea con los taxistas, visita a unos ancianos enfermos. La Soledad acuna y arropa a un niño que se ha despertado y tiene miedo. Soledad llega a tu casa, y se sienta junto a ti y se fuma contigo un cigarrillo, y se toma una copa. Soledad es la princesa de la noche, la inevitable compañía de los insomnes y los noctámbulos. Una letrilla de flamenco reza así: “Soleá, no es estar solo. Es estarte a ti queriendo, y que tu quieras a otro”
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1 comentario:
Sí, me percaté de su presencia cuando recargué mi rostro en el vidrio del autobús...
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