24 agosto, 2012

abriendo puertas..


A veces soy insaciable, no puedo contar las horas que me he tirado mirando al techo, trazando galaxias, planeando en una avioneta mental, diseñando planes durante el día, soñando despierto. Poniendo el pie en el suelo para que todo dejase de dar vueltas, aun sabiendo que te creas antipatía y que no vas a cambiar. Cuando te odias no te evitas, te sueltas a la cara tu propia realidad. Como si vivieras por inercia. Nada más te puede pasar. Vives en tu propia cárcel emocional, tienes las ventanas abiertas y vistas al mar, pero estas rodeado de una niebla espesa que no te deja avanzar. Y lo que más me jode, que nadie vaya a entender lo bien que me siento escribiendo sobre como estoy. Que me pueda atraer tanto expulsar mis demonios, autoconfesarme. Mirarme a mi propio espejo, mi alma. Como si estuviese masturbándome pensando en mi mismo masturbándome. Escribo esto, y estoy difuso, quería escribir una carta a la amistad, de recorrer Madrid, de unas parejas agarradas, del orgasmo, del beso de despedida de una madre, la soledad y la falsedad, recordar aquellas intensas horas que me habías regalado... Y en cambio, he acabado firmando lo que parece una carta de suicidio, en mi defensa alegare que no tengo un corazón autodestructivo, que a veces hasta sudo positividad, solo tengo heridas que merecen sanar, y antes de poder cantarle a los rayos de sol debo entonar estas letras a la luna.

17 agosto, 2012

soy un poco rato, si..


Soy un poco raro. Y cuando digo raro, no me refiero a que tenga amigos imaginarios, ni a que esconda cadáveres de enemigos en el trastero de mi casa, ni que dedique mi tiempo libre a ejercer como taxidermista. No, hablo de otra cosa. Intentaré  explicarme. Piensen en un pintor e imagínense al artista en pleno ataque obsesivo con la pintura cubista y todo lo que tuviera que ver con ella. O en Bob Dylan, cuando de repente le pegó muy fuerte con la música religiosa. O en Woody Allen, al que un día le dio por desayunar una cosa, y lleva comiendo lo mismo, cada día, durante veintitantos años. Pues yo soy igual. Igual de obsesivo y, sobre todo, por etapas. Pero sin una gota de talento en ningún apartado de mi vida, tono muy útil para distinguir a los verdaderos genios de los meramente locos y dignos de ser encerrados en una habitación acolchada. Yo, por si había alguna duda, pertenezco al segundo grupo. Les cuento esto porque para mí es un ejercicio liberador poder compartir en este blog mis pasiones-obsesiones con ustedes cuando me da muy fuerte con algún tema (lo que suele ocurrir con relativa frecuencia). Además, así les doy un descanso a mis familiares y amigos, sufridores en soledad de mis ataques pasionales por vayan-usted-a-saber-ahora-con-qué-le-ha-dado-a-este-loco. Una canción, una serie que beber temporada tras temporada sin sentido, Apalabrados, versiones de Somewhere over the rainbow, Esquire,… Afortunadamente, soy tan apasionado como inconsistente, por lo que esta repentina fiebre por ciertos temas se me pasa rápidamente. Pero, mientras tanto, me lo paso genial.

07 agosto, 2012

conocerlas como mujeres


Siempre he pensado que me gustaría imaginar que las ciudades son mujeres, así de algún modos poder pasearlas, conocerlas, habitarlas... París es esa señora distinguida con un nivel de vida demasiado alto y que siempre acaba con fulano o mengano pero con un Aston Martin. Roma es tan loca, campechana y desordenada como galana, misteriosa y repleta de lugares por descubrir. Lisboa es esa chiquilla que te enamora porque sí. Madrid es la vecina bulliciosa, entretenida y siempre con ganas de jarana. Nueva York es un ciclón de 18 años y largas piernas con la que no duras más de 6 meses, pero oye, qué 6 meses. Londres es moderna y conservadora, es humilde y sublime, es la chica progre que le gusta rodearse de todos. 
Y tú, mi ciudad, siempre acabo regresando a tu lado. Tarde o temprano. Como el que manda un whatsapp a las 5 de la mañana. Me diste tu veneno de salitre y no importa dónde esté que siempre vuelvo como un boomerang mientras el cielo cae sobre nuestras cabezas y alguien nos pinta con su pincel desde algún lado. Y siempre acabo volviendo a mi cuarto, donde suena todo trapo alguna canción en un disco variado entremezclado con los graznidos de alguna gaviota despistada mientras la literatura infantil vigilan mis sueños.